En el instante preciso | Vida de una fotógrafa en el amor y en la guerra

EN EL INSTANTE PRECISO
Vida de una fotógrafa en el amor y en la guerra
Lynsey Addario | Premio Pulitzer

Lynsey Addario, considerada una de las fotoperiodistas más importantes del mundo, ha cubierto conflictos en Afganistán, Irak, Darfur, el Congo y un largo etcétera. En 2011 fue secuestrada en Libia junto con otros tres periodistas del Times por soldados de Gadafi.
En este libro, Addario nos sitúa en el centro de la batalla, dando voz a las víctimas del conflicto relatando algunos de los episodios más importantes de la historia del siglo XX y XXI. Un testimonio único y valiente que con claridad y belleza, documenta momentos extremos y nos muestra imágenes de la vida en toda su complejidad.
Esto no es sólo el libro de memorias de Lynsey Addario, es su llamada o grito singular; un libro que cristaliza todauna era y una representación de lo que significa la búsqueda incesante de la verdad.FRAGMENTO“-¿Dónde es esto? ¿Cuándo fue esto? —El interés del jefe se había despertado.
Le expliqué que el día anterior los norteamericanos habían matado a varias personas en Sadr City, y que yo había ido a fotografiar los funerales y las protestas aquella mañana al amanecer, en Sadr City, en Bagdad.
-¿Y dónde están vuestras identificaciones de prensa?
Era más importante para nosotros mostrar pruebas de que éramos periodistas que preocuparnos por las empresas que representábamos. Busqué en mi bolsa y saqué mis identificaciones de prensa de Turquía y México. Matthew, que se había escondido el carnet en el calcetín cuando lo llevaron al monovolumen, se quitó el zapato, sacó la identificación del New York Times del calcetín y se la tendió al jefe. Este examinó los documentos. Después de ver todo aquello, no insistieron en preguntarnos por nuestra nacionalidad.
La situación parecía ir normalizándose, y al final levanté la vista. Miré en torno al coche. Los hombres armados todavía estaban encaramados en el asiento delantero, y nos observaban manteniendo las armas ante ellos, pero noté que el de la derecha se relajaba. Me tomé la libertad de mirarlo unos segundos, luego dirigí una débil sonrisa y volví a llevarme los dedos a las sienes para frotármelas.
Matthew murmuró:
—Deja de frotarte las sienes. Tranquilízate.
—Calla. Le dije yo—. Estoy nerviosa, y es mejor que sepan que están poniendo nerviosa a una mujer.”