‘Las esposas del cártel’, el lado alucinante y bárbaro del narcotráfico
Juan Carlos
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La historia real de la familia que derrumbó al Chapo Guzmán; ‘Las esposas del cártel’ presenta el impresionante testimonio de un par de esposas que soportaron, tras años de grandes lujos y beneficios, vivir en la clandestinidad y el miedo después de que sus conyugues decidieran entregarse a la ley. Tras confesar su actividad de los grandes cárteles, el gobierno estadounidense ofrece a los capos custodia y protección si revelan toda su relación con el crimen. Una historia de redención y amor que igual vale ante la ley que ante la vida.
Las esposas del cártel es una historia de amor, una historia de “me casé con la mafia”. Una mirada íntima e impresionante sobre el imperio del narcotráfico y la gran operación que la DEA y el FBI llevaron a cabo para acabar con una trama delictiva que fue capaz de juzgar sin capacidad de redención a los más importantes capos y, en especial, al jefe más importante, el Chapo Guzmán.
A continuación te traemos el book trailer y un fragmento de este emocionante libro que Mia y Olivia Flores traen para nosotros:
Olivia
Cuando murió K, no tuve un duelo completo. Aunque hubiera visto su cuero descender hacia el suelo, tener a su bebé lo mantenía conmigo o, más bien, evitaba que creyera que estaba muerto de verdad. Mi mamá sabía que me estaba matando tratando de mantenerme ocupada, así que no dejaba de decir:
—Esto no es sano para ti ni para el bebé. Tienes que detenerte y afrontar tu duelo.
Pero mi corazón no lo dejaba ir.
Fui a hacerme un ultrasonido a casi cinco meses del embarazo. Era el día en el que iba a enterarme si tendría un niño o una niña. Cuando estaba acostada en la camilla con gel en mi panza después de que la enfermera me sobara por todos lados con la varita del ultrasonido durante lo que parecieron diez minutos, se detuvo.
—Espere —dijo, un poco pálida.
—¿Qué pasa? Dígame, por favor.
—Déjeme ir por el doctor —dijo y salió del cuarto, dejándome sola.
Supe que algo estaba mal incluso antes de que entrara el doctor.
—Lo siento mucho —dijo—. No hay pulso visible. Creo que el estrés del asesinato de su esposo fue un factor importante para que ocurriera esto.
Me mandó al hospital, y ahí le dije adiós a mi bebé, a un niño al que nunca tuve la oportunidad de conocer. Cuando recobré la compostura y me limpié las lágrimas que habían estado brotando de mis ojos durante horas, me vino una revelación: No sólo se fue mi bebé. También K. Los perdí a los dos.