Reseña | Suicide Squad
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De promesas y esperanzas en las cintas de superheroes.
Cuando una promesa nace hay una expectativa alrededor de ella inevitable. Es una necesidad a llenar que no se puede tomar a la ligera. “Expectativa” quizá es la palabra que mejor define el cine de superhéroes como lo conocemos actualmente. Suicide Squad nace en el seno de una abultada maquinaria mercadológica que resultó ser un veneno para sí misma. La expectativa era alta pues representaba para DC la oportunidad de mostrar un nuevo estilo fílmico para su universo.
La ironía es que la película parece hablar también de la realidad dentro de los estudios Warner; los productores fueron un grupo de villanos contratados con una auténtica misión suicida. David Ayer acierta en el primer tercio de la película al dar una presentación colorida y detallada de los que, a la postre, serán los protagonistas de la cinta. Personajes que pretenden destacar del resto al contar su propia historia a través del vestuario, diálogos e interpretaciones, pero que se diluyen completamente una vez comienza la acción.
El director muestra las personalidades del escuadrón mezclando pasado y presente aunque por momentos parece haber una lucha entre dos películas diferentes que tratan de co-existir. Son estos mismos flashbacks en donde se aprecia más el intento por forzar demasiado una iconografía plástica y superficial.
Pareciera que Zack Snyder heredó un problema enorme a David Ayer: tratar de dotar a sus películas de momentos memorables y situaciones icónicas que intentan contar por sí mismas la historia. Pero ninguno de los dos se percató que los personajes pierden muchísimo desarrollo y dimensión de ese modo. Sin importar cuanto tiempo salgan en el metraje algunos de ellos, es particularmente notorio que esta búsqueda de la imagen perfecta los convierte solo en un trámite.
Hay una plasticidad implícita en muchas de las secuencias, como si se buscara el encuadre artístico antes que utilizar el lenguaje fílmico para contar una historia. Las que parecieran tomas muy trabajadas -como aquellas del joker rodeado de cuchillos o fundido en colores químicos- se convierten en quimeras artísticas postizas que no aportan nada al desarrollo.
Pero el Joker no es el único personaje que sufre por la mezcolanza de Suicide Squad. Los dos personajes mejor construidos -Harley Quinn y Deadshot- tienen una transformación hacia el final de la cinta que les arrebata cualquier intención de convertirse en los villanos por excelencia. El matiz aquí es obvio. Suicide Squad trató de permear a sus personajes más allá de las construcciones básicas del bien y del mal, pero su fórmula simplemente entrega en su mayoría anti-heroes tibios que están muy lejos de ser aquellos personajes desquiciados y únicos.
Muchos elementos en esta cinta parecen más construcciones aleatorias que piezas clave para entender la historia. En el lado contrario Viola Davis, por raro que parezca, destaca. La amoralidad de Amanda Waller es el verdadero retrato de una persona sin límites morales establecidos. ¿Qué dice de una cinta el que este personaje sea el que remite más a la idea de alguien que diluye sus acciones tan inescrupulosamente?
La acción tampoco destaca particularmente en toda la película. El villano principal interpretado por Cara Delevinge prometía (una vez más parece ser esta la palabra clave de este tipo de cine) ser una hechicera/Bruja digna de recordar, pero resulta un mero artificio para construir una misión de pasar del punto A al punto B.
Claro está que no todo es un desperdicio. Margot Robbie como Harley Quinn y algunas escenas específicas sostienen los retazos que se disfrutan en Suicide Squad. Si esto es suficiente o no para sostener un cocktail de colores saturados e historias débiles entonces la vara con que medimos este tipo de cintas ha bajado hasta niveles sumamente preocupantes. ¿Qué podemos esperar siquiera entonces, de un cine que ya se ha visto sumamente vapuleado y que parece haber juntado los elementos necesarios para empezar su propia misión suicida? Kamikazes cinematográficos, ni más ni menos.
Vean cine, el cine es vida.