Los últimos días de Rabbit Hayes

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Joshua

Leo, observo, escucho, pruebo, toco para hablar de ello. Cine, gastronomía, literatura y otras perversiones.

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Los últimos días de Rabbit Hayes

Una bellísima historia sobre la vida misma, tan emotiva como las novelas de Jojo Moyes y tan divertida como las historias de Cecilia Ahern.

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Una historia que nos hace sonreír ante las adversidades y las sorpresas que nos depara la vida, y que nos invita a encontrar la alegría en cada momento.
Rabbit Hayes ama su vida, normal y corriente como es, y también ama a la gente extraordinaria que hace que esta vida sea aún mejor. Ama a su ingobernable y vital familia: a su hija Juliet y a Johnny Faye, ambos con un corazón de oro. Pero el mundo parece tener otros planes para Rabbit, y ella lo aceptará sin más; porque Rabbit también tiene planes para el mundo, y solo tendrá unos cuantos días, los últimos de su vida, para hacer que estos se cumplan. Una cuenta atrás en la que encontraremos una verdad que no olvidaremos nunca.
FRAGMENTO “Odiaba que la asearan en la cama.
—Ay, por favor, lléname una tina —le rogó a Michelle.
— ¿Seguro? —le preguntó la enfermera con las manos enguantadas en las caderas.
—Me gustaría flotar un rato.
—Vale, pero me quedo contigo.
—De acuerdo.
—Bien.
—Me puedes contar tus penas.
—Yo no tengo de eso —Michelle rio—. Soy la mujer con más suerte del mundo.
—Todos tenemos penas. Venga, no seas así.
—Déjame que lo piense.
—Tienes tiempo hasta que se llene la tina.
—Vaya, veo que eres una mandona.
—No lo sabes tú bien —contestó Rabbit con una sonrisa.
Estaba echada en una tina de burbujas con los ojos cerrados y una toallita sobre el pecho huesudo. El agua le llegaba por la barbilla.
—No vayas a escurrirte —le dijo Michelle, que bajó la tapa de la taza para sentarse.
—Cuéntame tu vida.
—Le pedí a mi novio después de cinco años que se casara conmigo y me dijo que no.
Rabbit abrió los ojos.
— ¿Y?
—Y me dijo que había conocido a otra.
— ¿Y?
—Seguimos viviendo juntos, en habitaciones separadas.
— ¿Y eso?
—Porque compramos una casa que no valía ni la mitad de lo que pagamos y, aunque la rentáramos, no tendríamos ni para una cuarta parte de la hipoteca.
— ¿Y la otra?
—Comparte cuarto con él varias veces a la semana.
— ¡Hombre!, qué horror. No es tan horrible como un cáncer de estadio cuatro, pero es una buena chingadera.
—Gracias por tu apoyo.
— ¿Y estás saliendo con alguien?
—Me acosté con un ex a la semana de romper, pero fue una pesadilla… no una pesadilla de estadio cuatro de cáncer pero una buena chingadera.
—Michelle la remedó y la hizo reír.
— ¿Te gusta alguien?
—No, ¿y a ti?
—El señor Dunne no está mal.
— ¡Auch! Prefiero no imaginármelo.
—Bueno, es que últimamente no salgo mucho —dijo Rabbit como excusándose—. Además, es buena gente, tiene tacto. Lleva conmigo desde que empezó toda esta historia.
Estuvieron un rato calladas, ambas cómodas en el silencio; ninguna tuvo la necesidad de rellenar el vacío con palabras inútiles. Al cabo de unos diez minutos, Rabbit abrió los ojos de nuevo y se incorporó ligeramente.
—No tengo pensado morir.
—Ya lo sé.
—Estoy empeñada en salir de aquí.
—Bien.
—Crees que no puedo.
—Conozco a diario gente de lo más extraordinaria, Rabbit; hombres, mujeres y niños que sobreviven días, semanas, meses y años contra todo pronóstico. No doy nada por hecho.
—Gracias —Rabbit cerró los ojos y volvió a sumergirse en la tina     —. Se está divinamente. Podría quedarme aquí toda la vida.
Cuando empezó a costarle mantener la cabeza erguida y le entró sueño, con el peligro de resbalar tina abajo, Michelle la levantó, la envolvió en toallas calientes y la llevó al cuarto en la silla de ruedas. Le puso un pijama limpio y suave que olía muy bien y la ayudó a meterse en la cama. Le administró la medicina para calmar el dolor y la arropó.
—Ma no tardará en llegar.
— ¿Y qué pasa con tu padre? —le preguntó Michelle.
—Creo que le da miedo venir.
—Es comprensible —dijo Michelle, pero Rabbit no respondió.
—Y Juliet.
— ¿Quién es?
—Es mi niña.
— ¿Qué edad tiene?
—Doce.
— ¿Y el padre?
—Un desliz con un australiano que ni siquiera sabe que tiene una hija.
—Vaya, las matas callando.
—Una vez intenté localizarlo por Facebook pero o está muerto o vive en una cueva.
Por eso no puedo dejarla sola, todavía no —se le estaban cerrando los ojos y tuvo que hacer un gran esfuerzo para mantenerlos abiertos para seguir con su argumentación—. No pienso moverme de aquí. No cuenten con mi habitación —estaba tan cansada que le bailaban las palabras.
—A ver si es verdad —respondió Michelle—. Anda, duerme ahora un poco. Necesitas tomar fuerza para cuando llegue tu familia. Rabbit se quedó dormida antes incluso de que Michelle llegara a la puerta del cuarto.”
LA CRÍTICA HA OPINADO:

“Qué libro más hermoso. Lloraba y sonreía a la vez.” Jane Green“Una prosa clara y elegante, unos personajes combativos y un diálogo chispeante.” Susan Elliot Wright

“Una encantadora montaña rusa de emociones.” Sunday Independent

“Compra una caja de pañuelos y sumérgete en esta novela maravillosa.” Heat Magazine

“El libro más bello que he leído en muchos años; compasivo, valiente, cálido, auténtico. Te eleva.” Marian Keyes

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Anna McPartlin nació en Dublín e inició su carrera como escritora en 2006. Con cinco novelas a sus espaldas, entre las que destacan Somewhere Inside of Happy y Los últimos días de Rabbit Hayes, empezó a trabajar como monologuista. Vive en Wicklow (Irlanda) con su marido.
http://annamcpartlin.com/
https://www.facebook.com/anna.mcpartlin.3

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