Un plan perfecto
Joshua
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Un plan perfecto
Iván Farías
Con una narración veloz y llena de humor, Iván Farías conecta un robo simple con las guerrillas en África, la mafia rusa y las redes de criminalidad en Europa.
Una novela negra de corte policiaco donde un grupo de desconocidos se reúnen para conseguir el dinero tras la venta de diamantes ilegales importados desde África.
Uno nunca debe meterse a un lugar si no sabe cómo va a salir
Siguiendo los consejos que le daba su padre, se dispone a ejecutar un plan perfecto, pero desconoce que los planes jamás funcionan como se organizan. En paralelo a todas las intenciones del protagonista de esta historia, se entrelazan otros personajes; un ladrón de joyas, un pintoresco diputado tlaxcalteca, un aprendiz de narcotraficante, un par de sicarios norteños y un peculiar taxista que harán de todo para impedir su retiro.
“Diego Rodríguez, el Soñado, encendió un cigarro en el estacionamiento justo después de salir de la casa. Le dio tres caladas seguidas y lo tiró. Tenía un jugoso cheque en la mano. Lo volvió a ver sin creérselo. No podía depositarlo ahora, los bancos estaban cerrados. Sería hasta mañana.
Volteó a ver por última vez la casa en la que había trabajado un par de años. Se despidió con un aire socarrón, abriendo y cerrando su mano. Rio. Metió primera en el Volkswagen y tomó camino hacia el centro. Necesitaba festejar.
En La Esperanza, un tugurio en pleno Garibaldi, lo recibió Hugo, el cantinero, ofreciéndole su mesa habitual.
—¿Lo de siempre? —le preguntó, limpiando la mesa.
El correoso cantinero vestía impecable camisa planchada y corbata negra, las cuales contrastaban con el Cristo de tinta carcelaria en su brazo izquierdo.
—Hoy no, estoy de fiesta.
—¿Qué festeja?
—La Libertad —soltó Diego.
—¿Qué va a ser?
—Un Juanito rojo.
—¿Se divorció?
—Digamos que hay momentos en la vida en los que uno decide tomar la Libertad y todo se conjuga.
El cantinero echó dos hielos en un vaso de vidrio. Como no estaba el dueño, sirvió con generosidad. Llevó el trago y se fue a encender la televisión.
—No la prendas. Qué pinche manía con la tele en todos lados.
—El patrón dice que cuando llegue un cliente lo haga.
—Por mí la puedes quemar.
El cantinero destapó una Coca-Cola.
—Por usted.
Todos tenemos un plan, pensó Diego. El plan siempre es obtener una buena cantidad de dinero para poder vivir sin trabajar el resto de la vida. Ése era su sueño recurrente y estaba a punto de ponerlo en funcionamiento.”
del Centro Histórico y palapas en el Golfo de México”. Hilario Peña
“Desde Garibaldi, pasando por Tlaxcala y hasta Sierra Leona, traficantes, proxenetas y mujeres perturbadas llevan esta novela hasta los más seductores, pero peligrosos extremos.” Arturo Sánchez, editor en Metro.
(Ciudad de México, 1976)